UNA CASA Y UN METODO DISTINTO


En esta casa, hoy edificada en un parque inmobiliario de Yokohama, no vivirá nadie. No albergara a una pareja con o sin niños, un matrimonio de jubilados o una ejecutiva de horarios apretados y armario abultado. Se trata de una casa prototipo edificada por una inmobiliaria japonesa para mostrar un nuevo concepto de diseño dentro de su catálogo a potenciales compradores.



Puede resultar extraño en occidente pero se trata de un sistema muy extendido en Japón donde aq1uellos que van en busca (y pueden permitirse) el “sueño americano” de casa unifamiliar, jardín y garaje aportan su propio terreno y contactan con la inmobiliaria que mejor responde a sus expectativas. De este modo la compra de una vivienda se convierte en la compra de un producto, con soluciones estándar que vienen de serie pero con la posibilidad de adaptar ese concepto de diseño a tus propias necesidades. Esta fórmula acaba afectando a todo el proceso, desde el proyecto arquitectónico, la fabricación del prototipo, el método de venta hasta la adaptación del proyecto al cliente y finalmente la construcción en su ubicación definitiva. La adopción de soluciones estándar ya testeadas por la inmobiliaria–constructora permite reducir el precio final de venta mientras que el proceso de construcción adopta algunas medidas más propias de la prefabricación como el uso de capsulas herméticas en los baños. Muchas de las decisiones de proyecto vienen marcadas por esta metodología aunque los que no conocemos la cultura japonesa podamos no apreciarlo en la imagen final.

El encargo es breve, una casa mediterránea en Japón y de ¡madera! Después del desconcierto inicial y un viaje al país del sol naciente, que nos sirve para comprender el mecanismo antes descrito así como los hábitos de la vida de los japoneses, las dudas se van despejando. Es necesario ofrecer un concepto de diseño fuerte que aporte carácter e identidad y que se mantenga sin desvirtuar en el proceso de adaptación a cada cliente.

El Mediterráneo nos evoca mar, olor a sal, pinos.. Detalles que obviamente no encontramos en este barrio interior de Yokohama. Pero también es sol, luz, sombras y brisa fresquita (o sofocante). Decidimos que un patio será nuestro hueso de aceite y optamos por una casa que inspire intimidad, algo difícil en la densa trama de las ciudades japonesas, y que a la vez que nos permita disfrutar del entorno. Que el exterior se cuele dentro mientras el interior se escapa hacia afuera.

Dentro y fuera se tocan en muchos rincones y de maneras muy diversas. Aparecen terrazas grandes o pequeñas, con cubiertas que proyectan sombra o desnudas al sol. Entradas porticadas, rincones para comer al aire libre y el patio como elemento nuclear alrededor del cual gira todo.

El patio en el corazón de la casa, protegido de miradas ajenas, se convierte en el centro de la planta baja aportando luz, aire y transparencia. Ventilaciones y perspectivas cruzadas nos hacen percibir el espacio como uno solo y lo amplían alejándonos de las proporciones compactas típicas de la arquitectura japonesa actual.

Las ventanas se piensan desde el interior y buscan ser reflejo de la actividad cotidiana. Pequeñas y a baja altura para mirar de la bañera, siguiendo el recorrido de la escalera o al fondo de un pasillo alargando la perspectiva. Grandes para ampliar el salón hacia el exterior, sobre el fregadero para no aburrirnos mientras fregamos los platos. Si Le Corbusier define la casa como una “máquina para vivir” nosotros preferimos sentirla como un lugar para disfrutar viviendo.





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